01/11/2014
Toda la ley se ha resumido en un solo precepto:
Amarás a tu
prójimo como a ti
mismo.
Pero si os
mordéis y os coméis los unos a los otros,
mirad que no seáis consumidos los
unos por los otros.
Digo, pues:
Andad en el Espíritu, y así jamás
satisfaréis los malos deseos de la carne.
Porque la carne desea lo que es
contrario al Espíritu, y
el Espíritu lo que es contrario a la carne.
Ambos se
oponen mutuamente, para que no hagáis lo que quisierais.
Pero si sois guiados
por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
Ahora bien,
las obras de
la carne son evidentes.
Estas son:
fornicación, impureza, desenfreno, idolatría,
hechicería,
enemistades,
pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones,
partidismos,
envidia, borracheras,
orgías y cosas semejantes a éstas, de las cuales os
advierto,
como ya lo hice antes, que los que hacen
tales cosas no heredarán el
reino de Dios.
Pero el fruto del
Espíritu es:
amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, mansedumbre
y dominio propio. Contra
tales cosas no hay ley,
porque los que son de Cristo Jesús
han crucificado la
carne con sus pasiones y deseos.
Ahora que vivimos en el Espíritu,
andemos en el Espíritu.
No seamos
vanidosos, irritándonos unos a otros
y envidiándonos unos a otros.
Porque el
que siembra para su carne,
de la carne cosechará corrupción;
pero el que
siembra para el Espíritu,
del Espíritu cosechará vida eterna.
No nos cansemos,
pues,
de hacer el bien; porque
a su tiempo cosecharemos,
si no desmayamos.
Por
lo tanto, mientras tengamos oportunidad,
hagamos el bien a todos,
y en especial
a los de la familia de la fe.
Antonieta 01/11/2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario